“Eran tres los posibles castigos por el pecado original: el más suave fue el castigo real, la expulsión del Paraíso; el segundo, la destrucción del Paraíso; el tercero -y ése habría sido el castigo más horrible-, la prohibición de acceder a la vida eterna, dejando todo lo demás como estaba antes.”

Franz Kafka, Cuadernos en octavo.

“Mientras los otros hijos de Adán se dedicaban a oficios que les permiten extender su dominio sobre el mundo, Seth se consagra por entero al servicio divino. Ahí se plantea el gran problema. Una vez exiliado del paraíso, ¿qué es lo que hay que hacer? ¿Se trata de conquistar el mundo del exilio e instalarse en él? ¿O es necesario reconquistar el paraíso? Y no hay que confundirse; es preciso que la búsqueda del paraíso no nos conduzca a una especie de sucedáneo del mismo”.

Henry Corbin, El hombre y su ángel. Iniciación y caballería espiritual.

“Se debe hablar de algo que está oculto más que verdaderamente perdido, ya que no está perdido para todos y algunos lo poseen aún integralmente; y, si es así, otros tienen siempre la posibilidad de encontrarlo si lo buscan como conviene, es decir, si su intención está dirigida de tal manera que, por las vibraciones armónicas que despierte según la ley de las «acciones y reacciones concordantes», pueda ponerlos en comunicación espiritual efectiva con el centro supremo. Por lo demás, esta dirección de la intención tiene, en todas las formas tradicionales, su representación simbólica; nos referimos con esto a la orientación ritual: ésta, en efecto, es propiamente la dirección hacia un centro espiritual, que, cualquiera que éste sea, es siempre una imagen del verdadero «Centro del Mundo»”.

René Guénon, El Rey del mundo.

«Entiende qué es el Cielo: No es sino el dirigir la voluntad hacia el amor de Dios. Dondequiera que encuentres a Dios manifestándose a sí mismo en el Amor, ahí encontrarás el Cielo, sin mover para ello ni un pie. Y entiende también qué es el Infierno y dónde está: no es sino el dirigir la voluntad hacia la ira de Dios. Dondequiera que la cólera de Dios se manifiesta en mayor o menor medida, ciertamente ahí está en mayor o menor medida el Infierno, en cualquier lugar. Por lo que sólo dirigiendo vuestra voluntad hacia su amor o hacia su cólera, estaréis en el Cielo o en el Infierno. Fijaos bien en esto. Ocurre ya ahora, en la vida presente…»

Jacob Boehme, Tratado sobre el cielo y el infierno.

«‘Huyamos hacia nuestra amada patria’; he aquí la más genuina exhortación que podría hacerse. ¿En qué consiste, pues, esta huida y cómo cumplirla? Haciéndose a la mar como Ulises, quien, al decir de Homero, abandonó a la hechicera Circe o a Calipso -el poeta, me parece habla veladamente-, no consintiendo en permanecer a su lado, aunque el placer llenaba sus ojos y una inmensa belleza sensible lo rodeaba. Nuestra patria, de la que procedimos, está allí y allí también está nuestro padre. ¿En qué consiste, pues, este viaje y esta huida? No necesitas de tus pies para llevarla a término: los pies no hacen sino llevarte siempre de una región a otra de la tierra. Tampoco habrás de procurarte un carro tirado por caballos ni una embarcación que te lleve por el mar. Por el contrario, debes dejar todo esto atrás y no mirar, sino cerrar los ojos y despertar en ti otra manera de mirar diferente de la anterior, una visión que todos poseen pero que pocos ejercitan.»

Plotino, Eneadas I.

«-No estamos en el Paraíso -dijo tercamente el muchacho-; aquí, bajo la luna, todo es mortal.
Paracelso se había puesto en pie.
-¿En qué otro sitio estamos? ¿Crees que la divinidad puede crear un sitio que no sea el Paraíso? ¿Crees que la Caída es otra cosa que ignorar que estamos en el Paraíso?»

Jorge Luis Borges, La rosa de Paracelso.

«El mundo histórico en que nos hallamos se asemeja a una embarcación que se desplaza con un movimiento rápido y que unas veces exhibe rasgos de comodidad confortable y otras veces muestra signos de terror. Unas veces es Titanic y otras veces es Leviatán. Lo que se mueve sirve de señuelo a los ojos y por ello a los más de los pasajeros de la nave les queda oculto que ellos habitan al mismo tiempo en un mundo diferente, en el cual reina la quietud total. Es tan superior el segundo de estos reinos al primero, que parece contener a este dentro de sí como un juguete; es tan superior a él como lo es una de esas innumerables epifanías que acontecen. El segundo de esos reinos es puerto, es patria, es paz y seguridad, cosas que todos nosotros llevamos dentro. A esto es a lo que damos el nombre de bosque”.
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Ernst Jünger, La emboscadura.
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«¡Oh, pues, alma hermosísima entre todas las criaturas, que tanto deseas saber el lugar donde está tu Amado, para buscarle y unirte con él!, ya se te dice que tú misma eres el aposento donde él mora, y el retrete* y escondrijo donde está escondido; que es cosa de grande contentamiento y alegría para ti ver que todo tu bien y esperanza esté tan cerca de ti, que esté en ti, o por mejor decir, tú no puedes estar sin él. Catad, dice el Esposo, que el reino de Dios está dentro de vosotros. Y su siervo el apóstol san Pablo dice: Vosotros sois templo de Dios (…) ¿Qué más quieres, ¡oh alma!, y qué más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites , tu satisfacción, tu hartura y tu reino, que es tu Amado, a quien desea y busca tu alma?»
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*Lugar apartado
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San Juan de la Cruz, Comentarios en prosa al poema «Cántico Espiritual».
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«La Abubilla respondió: ‘Tú te apartas del Camino verdadero. El palacio de este Rey supera tu paraíso. Nada será mejor que tratar de llegar a él. Es la habitación del alma, es la eternidad, es el objeto de nuestros deseos más auténticos, la morada del corazón, el trono de la verdad. El Altísimo es un vasto océano; el paraíso de la gracia terrenal es sólo una pequeña gota; todo lo que no es este océano es distracción. Si puedes tener el océano, ¿por qué querrías una gota de rocío? ¿Podría el que participa de los secretos del sol entretenerse con una mota de polvo? ¿El que tiene el todo puede preocuparse por una parte? ¿Se ocupa el alma de los miembros del cuerpo? Para llegar a la perfección busca el todo, elige el todo, sé el todo’.»
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Farid Ud-Din Attar, La asamblea de los pájaros.
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«Pero por muy lejos que estés de tu patria, ten presente que aún no has sido arrojado de ella; estás alejado; y si es que prefieres mirarte en el exilio, tú mismo te condenaste.»
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Boecio, La consolación de la filosofía

«El terruño de los Conquistadores Reales está en un único momento constante.»

Kâlacakratantra

«Las circunstancias son difíciles. La tarea es grande y llena de responsabilidad. Se trata nada menos que de conducir el mundo para sacarlo de la confusión y hacerlo volver al orden. Sin embargo es una tarea que promete éxito, puesto que hay una meta capaz de reunir las fuerzas divergentes».
I Ching

«Hombre, si el Paraíso no está primero en ti, créeme ciertamente, nunca entrarás en él.»
Angelus Silesius, Peregrino querubínico
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«El alma humana es todavía la imagen de Dios, y por más que se aleje de Él hacia regiones de irrealidad, nunca se vuelve completamente irreal como para que su destino original deje de atormentarla con la necesidad de regresar a sí misma en Dios para volverse real una vez más.»
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Thomas Merton, El hombre nuevo
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«Si no nos ha sido dado crear algo ‘de la nada’, la idea misma de eternidad no puede reducirse a una creación de nuestra mente. Su presencia en el alma sería ontológicamente imposible sin la llamada de la misma eternidad. Si observamos con atención la realidad que nos rodea, advertiremos que a toda necesidad real le corresponde en el orden cósmico la posibilidad de satisfacerla; sólo hay que encontrar el camino. En la historia del progreso científico, muchas ideas que antes parecían audaces se realizan ante nuestros ojos como banales realidades cotidianas. ¿Por qué pues dudar de que mi sed de bendita inmortalidad y de unión con el Creador encontrará su realización?»
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Archimandrita Sophrony, La oración, experiencia de la eternidad.